Iniciamos este apartado, con un vídeo de la meditación guiada de la parte final de la primera sesión, que se realizó en el centro Cosment de Terrassa el sábado 12 de diciembre de 2015.

La meditación cristiana

«Señor Dios, enséñame dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte … Tú eres mi Dios, tú eres mi Señor, y yo nunca te he visto. Tú me has moldeado y me has remodelado, y me has dado todo lo bueno que poseo, y aunque no te conozco … Enséñame como buscarte … Porque yo no sé buscarte a no ser que tú me enseñes, ni encontrarte si tú mismo no te presentas a mí. Que te busque en mi deseo, que te desee en mi búsqueda. Que te busque amándote y que te quiera cuando te encuentre. »(San Anselmo de Canterbury)

En la Iglesia oriental, cuando hablan del arte de orar (meditar), se refieren a él como el arte de artes. El más grande arte humano es aprender a orar. Este arte de orar es un arte que produce algo bello, una experiencia de belleza que transforma nuestra conciencia, una experiencia de belleza que nos hace vibrar y conmueve (…). Es un arte que hace que sucedan cosas, es un arte que nos cambia.
Ante todo es un arte interior. Después, produce belleza visible, bondad tangible y verdad perceptible. Este arte interior de la oración es lo que Jesús describe en el Sermón de la Montaña, “Cuando ores”, dice, “entra en la cámara secreta”, en referencia a tu corazón, a nuestra interioridad más profunda, nuestro yo verdadero, “y cierra la puerta”, dice, refiriéndose a este tiempo de oración, y “ora a tu Padre Celestial” -el fundamento de tu ser- que se encuentra aquí, en este lugar secreto y misterioso.

La meditación es el camino hacia el silencio.

Estar en silencio con otra persona es una expresión de profunda confianza y seguridad; es sólo cuando nos falta seguridad que nos sentimos urgidos a hablar. Estar en silencio con otra persona es realmente estar con esa otra persona.

No debemos crear el silencio. El silencio es dentro de nosotros. Lo que tenemos que hacer es, simplemente, entrar, silenciarnos.

El propósito de la meditación y su reto es permitirnos estar suficientemente silenciosos para permitir que este silencio interior emerja. El silencio es el lenguaje del espíritu.

Lo importante de la meditación cristiana es sentarse a hacerlo.
En el momento que te sientas, entonces el Espíritu Santo ya te ha cogido, a causa de tu compromiso de estar sentado los minutos que tú has aceptado de estar, y con la constancia los errores irán desapareciendo, hacerlo cada día es la disciplina primaria.
Nos podemos colapsar en el cuándo y el cómo, pero no siempre hay una relación y eso significa que si no lo haces correctamente ….. no importa !, porque tu intención es lo que importa, y la relación es con Dios, y viendo que lo estás haciendo lo mejor que sabes, por mucho que te tropieces, Él está mirando tu amor, y con la práctica y la experiencia irás corrigiendo los errores que puedas estar cometiendo. No importa si haces una meditación más bien hecha o no tanto, lo importante es sentarse y hacerla, y aprender de la práctica de la meditación.

Hay formas que facilitan el hecho de estar sentado, estas son las líneas maestras de la práctica:

Para meditar, siéntate en un lugar silencioso con la espalda recta, en una postura cómoda, que nos facilite una correcta respiración y que nos permita aflojar las tensiones del cuerpo.

Cuando adoptamos una posición para la meditación, debemos tener en cuenta que el cuerpo debe estar sometido a la menor tensión muscular posible, de modo que podamos mantener un estado mental relajado pero en alerta.

La posición, el adaptaremos en función de nuestra condición física, dolor …
Tengamos en cuenta que, a medida que entramos en más relajación, la temperatura corporal baja.

Procuramos que la cabeza esté en un nivel superior al cuerpo, por lo tanto podemos sentarse en una silla, o bien en el suelo con las piernas cruzadas o de rodillas …, no estirados (posición ésta que reservamos sólo para la relajación). Si por nuestra condición física necesitamos cambiar de posición durante la meditación, lo haremos lo más lentamente posible, poniendo toda nuestra atención en el cambio de postura.

En estos dos enlaces, puede encontrar información sobre las diversas posiciones para la meditación.

https://cosmentmarc.wordpress.com/2015/10/28/postura-per-a-la-meditacio/

https://cosmentmarc.wordpress.com/2016/01/18/posicions-meditacio-i-relacacio/

En la posición adecuada, nos aquietamos poniendo la atención a la respiración, y siendo conscientes de la actitud que hay en nuestro cuerpo, en nuestro corazón y nuestra mente.
A medida que entramos en la relajación del cuerpo que nos conducirá a la meditación, iremos encontrando la respiración abdominal natural: al inspirar, llenará el abdomen y, al expirar, se vaciará; la respiración de cuando nacemos, la respiración del niño pequeño.

Nos ponemos en la presencia de Dios, Jesús o el Espíritu Santo.
Si tenemos un icono (imagen) la ponemos delante nuestro.
Con los ojos cerrados o abiertos, visualizamos o miramos la imagen.
No rezaremos al icono, sino a lo que representa.

(Icono: es una obra de arte, imagen religiosa.)

En silencio, en nuestro interior, de forma gentil, sin forzar nada, empezamos a decir nuestro mantra al ritmo de la respiración.

Mantra: palabra sagrada o frase que hemos elegido, como símbolo de nuestra intención de permitir la presencia y la acción de Dios en nosotros, en cada inspiración y expiración, siendo la expiración más lenta que la inspiración.

Al inspirar nos llenamos de Dios, Jesús y el Espíritu Santo, y hacemos una pequeña sonrisa en nuestros labios, reteniendo el aire, la presencia de Cristo, unos segundos.
Al expirar nos abandonamos en sus manos, llevando esa sonrisa a nuestro interior y nos vaciamos de todo el negativo reteniendo unos segundos sin aire (apnea).
Es importante saber, en cada inspiración-retención-expiración-retención, qué palabra tenemos que decir.

Dios no es una estatua, no es una fuerza estática en nuestro interior, es una relación amorosa establecida en la fe.
«La fe es poseer anticipadamente lo que esperamos, es conocer realidades que no vemos.»

Ejemplos de mantras:

Ven, Señor Jesús !, o Maranatha, que corresponde a la traducción del arameo, la lengua que hablaba Jesús, compuesta por dos términos, que significan ‘El Señor viene’.
Recita con cuatro sílabas: ma-ra-na-tha.
Significa: “Señor nuestro, ven!”

Inspirar: ma
Expirar: ra
Inspirar: na
Expirar: tha

Inspirar: Venid
Expirar: Señor Jesús

Otro mantra puede ser: Kyrie eleison. Kyrie: Oh Señor! Eleison: compadecerse. Transliterado al latín, es el nombre común de una importante oración de la liturgia cristiana: «Señor, ten piedad», de los ortodoxos.

La oración de Jesús, oración del nombre de Jesús u oración del corazón, es una técnica cristiana ortodoxa de oración, típica de la escuela del hesicasmo (quietud, descanso, tranquilidad, silencio), una corriente espiritual de la tradición eremítica ortodoxa (y de otras iglesias de rito bizantino). La instrucción hesicasta se basa en la teoría y la práctica para mantener la quietud interior como representación del camino del hombre hacia Dios, a través del ejercicio de la oración del corazón y la disciplina ascética del cuerpo y perfeccionada por los starets (dentro del monaquismo ortodoxo, son las personas que ejercen la función de maestros o guías espirituales, la sabiduría de los que se obtiene por la experiencia, la intuición y la oración).

Inspirar: Señor Jesús
Expirar: ten piedad de mí.

Inspirar: Señor
Expirar: Ten piedad de mí

Inspirar: Kyrie
Expirar: eleison

Inspirar: Señor
Expirar: Jesús

Inspirar: silencio
Expirar: Jesús

Escucha la palabra mientras la pronuncias suave, pero incesantemente. No pienses ni imagines ninguna cosa, sea espiritual o de otra naturaleza. Si llegan los pensamientos o las imágenes, son distracciones en el momento de la meditación, de modo que vuelve simplemente a pronunciar la palabra sagrada.

Jesús nos reta a trascender el miedo de soltar las preocupaciones.

Nos han entrenado en la doctrina de la distracción, y esto afecta a nuestra oración, ya que habrá diversidad de pensamientos, sentimientos, percepciones, ruidos en la habitación, imágenes … Todo este material psicológico estará fluyendo por este río de conciencia mientras estás sentado, y esto es inevitable y normal.

Vamos a trabajar a otro nivel de la meditación discursiva, donde tienes que pensar en algo concreto, petición, intercesión, dar gracias, etc. Pero sí que puede formar parte de la meditación al finalizarla.

La meditación cristiana va más allá de este nivel de conciencia y está diseñada para descartar todo este material psicológico que forma parte de nuestra vida de cada día y lo que hacemos es ignorar estos pensamientos como ignoramos los ruidos de la calle, o la música de fondo de un supermercado, los soportas pero no los prestas atención.

Es importante no resistir estos pensamientos, tener una actitud jovial con los pensamientos que surgen, una actitud amigable, por muy terribles y miserables que sean.

No te entretienes ni los intentas echar sino que lo importante es que contamos con ellos: son normales y parte integrante de la práctica y los recibimos con una sonrisa interior.

La razón es que cualquier emoción o frustración, enojo o tristeza que produzcan estos pensamientos, no es apropiada porque está emocionalmente cargada y se convierte en un problema para entrar en el silencio interior, que es el primer objetivo de la práctica, y así tan pronto como te enfadas hay un segundo pensamiento que es más incómodo que el primero.

Para los cristianos el foco de la meditación es Cristo. Esto quiere decir que la meditación se centra en la oración de Cristo, vertida de forma continua en la profundidad de cada ser humano.
Cuando meditamos apartamos el foco de la conciencia de nosotros mismos. No estamos pensando ni hablando a Dios. Buscamos hacer algo infinitamente mayor: buscamos estar con Dios, estar en la mente de Cristo. Vamos más allá de las reflexiones.
La meditación no se ocupa de pensar, sino de ser. El objetivo de nuestra oración cristiana es permitir que esa presencia misteriosa y silenciosa de Dios que ya está en nuestro interior se convierta en la realidad que da significado, forma y sentido a todo lo que somos y hacemos.
La tarea primordial de la meditación, por tanto, es llevar nuestra mente distraída hacia la atención a la quietud, silencio y simplicidad.
Meditar es una peregrinación directo en nuestro centro, en nuestro corazón. Adentrarnos en la simplicidad de la meditación significa aprender una disciplina.
Con fe y paciencia, la meditación nos conduce a reinos del silencio cada vez más profundos. Es estando en ese silencio que nos adentramos en el misterio de Dios.
La invitación de la oración cristiana es perdernos a nosotros mismos y unirnos con Dios. De esta manera dejamos atrás nuestro yo egoísta, para morir y resucitar a nuestro yo verdadero en Cristo.
Cada uno de nosotros es llamado hacia este objetivo, ya que es la plenitud de la vida humana. Lo que necesitamos es la humildad para practicar el silencio con fidelidad, para que la mente de Cristo se convierta en la experiencia fundamental de toda nuestra vida.

Un compromiso con la realidad espiritual es simplemente y plenamente un compromiso con la realidad. Se trata del camino para llegar a entender el hecho extraordinario del misterio de la vida misma. Entrar en un camino espiritual supone tanto como aprender a apreciar nuestra vida como un viaje de descubrimiento. Entonces, cada día se convierte en una revelación.

Fuentes consultadas:
Laurence Freeman, John Main, Thomas Keating, Anthony de Mello
y los libros anónimos: Relatos de un peregrino ruso y La nube del no saber.